Countries<Spain<Comunidad Valenciana<Benagéber< Pantano de Benagéber
The construction of the reservoir caused the abandonment of the village of Benagéber, whose inhabitants had to move to a new town built a few kilometers from the reservoir, which retains the name of Benagéber, and to two others built closer to Valencia, San Antonio de Benagéber and San Isidro de Benagéber.
The reservoir belongs to the Confederación Hidrográfica del Júcar and is used for various recreational activities, and there is a natural reserve of animals in one of its peninsulas with an extension of 365 ha, the Valdeserrillas reserve.
The reservoir flooded an entire village, but it could not drown its memory. Its people still cultivate fallow land, barley and vineyards; they still walk its many trails and hunt in its mountains or fish in its streams; and they cook "Gazpachos", "Gachas" or "Olla serrana". And they still celebrate the magical night of San Antón lighting bonfires; and they thank San Isidro, San Roque and the saints of Piedra for those miracles that have always protected them, their animals and their fields; and they look at the full moon in August to see the "Asunción de la Virgen"; and they fraternize with the neighboring municipalities in the intimate "Feria de los Pueblos Amigos" (Fair of the Friendly Villages).
Although the church "de la Inmaculada Concepción", the waters have gone down, its bells still seem to be heard on the days of the main festival, ringing out the jubilation; its tolling echoes in the rugged mountains, accompanied by the hidden howls of the wolves, to evoke thousands of presences; it still seems to be seen in the mysterious waters, the crocheters, boldly descending the Turia, leaving their souls in it. Because the river, with its powerful torrent, shaped their identity, forged their temperament, gave verve to an unalterable character, carved their illusions. Because water, like earth, is a gully, a sepulcher, but also a womb, a womb, life. A nourishing flow through which dreams flow.
La construcción del pantano provocó el abandono del pueblo de Benagéber, cuyos habitantes tuvieron que desplazarse a un nuevo núcleo construido a pocos kilómetros del embalse, que conserva el nombre de Benagéber, y a otros dos edificados más cercanos a Valencia, San Antonio de Benagéber y San Isidro de Benagéber.
El pantano pertenece a la Confederación Hidrográfica del Júcar y es utilizado para diversas actividades recreativas, existiendo una reserva natural de animales en una de sus penínsulas con una extensión de 365 ha, la reserva de Valdeserrillas.
El pantano anegó un todo un pueblo, pero no pudo ahogar su memoria. Sus gentes todavía cultivan los barbechos, la cebada y la viña; aún recorren sus numerosos senderos y cazan en sus montes o pescan en sus torrentes; y guisan los “Gazpachos”, las “Gachas” o la “Olla serrana”. Y todavía celebran la noche mágica de San Antón prendiendo hogueras; y agradecen a San Isidro, San Roque y a los santos de Piedra esos milagros que siempre les han protegido a ellos, a sus animales y a sus campos; y se asoman a la luna llena de agosto para ver la “Asunción de la Virgen”; y confraternizan con los municipios vecinos en la entrañable “Feria de los Pueblos Amigos”.
Aunque la iglesia “de la Inmaculada Concepción”, quedo bajó las aguas, todavía parece oírse sus campanas los días de fiesta mayor, escampando el júbilo; sus tañidos retumban en los escabrosos montes, acompasadas con los aullidos recónditos de los lobos, para evocar miles de presencias; todavía parece verse en las misteriosas aguas, los gancheros, bajando audazmente por el Turia, dejándose en él el alma. Porque el río, con su torrente poderoso, configuró su identidad, forjó su temperamento, dio brío a un carácter inalterable, labró sus ilusiones. Porque el agua, como la tierra, es cárcava, sepulcro, pero también útero, seno, vida. Flujo nutricio por el que discurren los sueños.